Como el tiempo apremiaba, cogimos un taxi para ir a Cartago, después de regatear duramente con el taxista decidimos que el ultimo precio serían 12 Euros por llevarnos a Cartago, después a Sidi Bu Said y devolvernos a la estación de tren de Tunis.
Después de visitar las ruinas de Cartago el taxista que no había esperado, nos llevó a Sidi Bu Said.
Al llegar nos impresionó la luminosidad de sus casas color blanco y el contraste azul de sus ventanas y puertas de estilo Árabe. Pocos sitios hay en Tunez que tengan más que ver con Andalucía que este.
Sus ventanas están diseñadas para que las mujeres puedan ver lo que sucede en la calle, pero no puedan ser vistas desde el exterior. Las puertas todas en azul cielo hacen que cada casa parezca un castillo. Claramente este es el sitio con mayor encanto de toda Tunez, más incluso que sus Zocos o que su puesta de sol en Hammamet.
Repleto de turista llegamos al lugar más alto, después claro de dejarnos las piernas en las curvas y subidas. Pero mereció la pena, las vistas eran increíbles, la paz que se respira merece la pena el esfuerzo anterior, no es de extrañar que la casa del primer ministro tunecino se encuentre en este paraje.
Después de una bajada corriendo, llegamos al taxi que nos esperaba impaciente, ya que sabía que nuestro tiempo para llegar a coger el tren en Tunis era muy justo. Al llegar a la ciudad el tráfico nos despertó del sueño que habíamos vivido en Sidi Bu Said y nos transportó a la cruda realidad de una ciudad llena de gente y coches, el caos se volvía a apoderar de nuestras vidas. Nerviosos porque el tren se nos marchara y ante la visión de que el taxi no avanzaba ni cinco metros por minuto, decidimos bajarnos e hacer a pie el trecho que nos quedaba hasta las estación. Llegamos por los pelos ya que el tren estaba tocando el silbido.
El día se acababa y el sueño de Sidi Bu Said nos acompañará siempre que nos acordemos de este País.
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